CUENTOS POR CALLEJAS

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miércoles, 7 de abril de 2010

UNA DECIMONÓNICA CRÍTICA ANTITAURINA


Viene de antiguo que se critique a las corridas de toros .

 Ya desde la Edad Media hubo voces que se alzaron en contra de tal festejo, llegando hasta Lope de Vega y la misma Iglesia Católica.

 Pero seguramente el país que de forma más furibunda acometió su oposición contra las corridas fue Inglaterra. He aquí la conversación que dos personas mantuvieron un día allá por 1870 en un lugar de Norteamérica , no muy lejos del territorio de Tejas.

 John y George terminaron su jornada de trabajo mientras fumaban una pipa al calor de una pequeña hoguera.

 -Bueno, George. Ya está anocheciendo. Por hoy hemos tenido bastante.

 -Sí, John. Dura tarea la nuestra, menos mal que seremos bien pagados. Pero echo de menos algo de lectura. Hace semanas que no leo un periódico.

 -Vosotros los ingleses siempre tan intelectuales-dijo John.

-Sois capaces de pasaros horas con un periódico y una taza de té.

 -Ahora preferiría un trago de whisky-replicó George.

 -Ya lo tomaremos pasado mañana cuando entreguemos la mercancía. Por cierto, y hablando de lectura, el otro día leí un artículo de un periodista que estuvo en México y presenció una corrida de toros. Algo horrible.

 -Lo supongo-respondió George.-También yo presencié una en el norte de España, en uno de los descansos de los transportes que hacíamos desde Southampton.

 -Decía el periodista que clavaban unos palos en el lomo del toro y allí permanecían mientras la sangre le goteaba-dijo John.

 -Se llaman "banderillas"-aclaró George.

 -También un hombre a caballo atacaba al toro con una lanza que tenía un tope después de la punta para que la lanza no atravesara al toro y así prolongar su sufrimiento.

 -Eso es una "pica" y el jinete un "picador"-añadió George.

 -Pareces muy versado, George. ¿Es que llegó a gustarte el espectáculo?

 No exactamente-respondió George.-Pero no he de negar que al principio me fascinó. Sobre todo cuando un toro volteó a un torero y luego se ensañó con él, acribillándole a cornadas. Creo que el tipo murió. Pero lo más horrible vino cuando después de clavarle la espada remataron al animal con un puñal en la nuca. Creo que se llama "puntilla".

 -Estos españoles son unos bárbaros -añadió John.-Además, decía el periodista que los toreros eran mestizos, lo cual daba un tono aún más siniestro a la corrida.¿Te imaginas?

 -Lo comprendo-respondió George.- Los españoles son inmorales. Se casan con indias, sin ninguna clase de escrúpulos, porque dicen que siendo cristianas son consideradas personas como los blancos.

 John se quedó un rato pensativo mientras daba largas chupadas a su pipa. Luego comentó:

 -Mira, George. Después de esto, me doy cuenta de lo humanos que somos nosotros. Matamos, pero lo hacemos rápidamente. No dejamos que queden agonizando.

 -Así es, John. Un disparo bien hecho ahorra sufrimientos inútiles.

 -¡Eh George! Fíjate, aquél parece que se mueve-dijo señalando al cuerpo de un hombre unos metros delante. -Ese maldito indio... debimos comprobar que estaba bien muerto. Dale con la culata de tu rifle.

 John se levantó lentamente y golpeó la cabeza del moribundo hasta que cesaron sus estertores.

 -¿Lo ves?-dijo George. Siete indios cazados con una muerte rápida no es precisamente como esas brutales corridas de toros.

 -Sí, pero no sé si todo el mundo aprecia nuestro trabajo-dijo John.- Ser cazador de indios parece algo duro.

 -Mira, amigo-respondió George.- Nosotros somos los que verdaderamente traemos la civilización a América.
 Desde vuestra independencia, los indios de los estados fundadores fueron exterminados. Nos queda la gran empresa de acabar con esos sucios indios en los territorios con los que se han ampliado los Estados Unidos .

 No basta con aniquilar los búfalos de las praderas para privar de alimento a los indígenas. Los que queden hay que buscarlos y matarlos. Ésa es nuestra gran misión pacificadora.

 -¡Qué bien hablas, George!- Y quedó tendido en la hierba fumando su pipa mientras se quedaba dormido.

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