CUENTOS POR CALLEJAS

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lunes, 29 de agosto de 2011

UN PASTOR ALEMÁN





Doña Guadalupe, viuda de Reboño, quería para su finca rústica un perro de buena raza, y determinó que un pastor alemán cumpliría con los requsitos necesarios.

En un periódico de tirada nacional vio un anuncio donde se ofrecían pastores alemanes, entrenados y originarios de la misma Alemania. Se pedía una cantidad de dinero a cuenta, pero se ofrecían garantías de envío y calidad, avaladas por una entidad bancaria. Doña Lupe pensó que lo pedido en el anuncio era un poco caro, pero que la categoría de su finca merecía tal estipendio.

Hecho el pago por transferencia bancaria y firmado el documento de petición, esperó durante unos dias noticias del envío.

Ya empezaba a impacientarse cuando sonó el timbre de la puerta y la criada le anunció la visita de un extraño que parecía extranjero.

Doña Lupe le recibió en la sala. Era un hombre alto de cabello rubio y corto, ojos pequeños y azules, asi como tez colorada. Vestía una rara indumentaria, calzaba botas de media caña. Se inclinó ante ella y dijo:

-- Guten tag, meine Frau. Ich bin der deutsch Schäfer.

-- ¿Qué? No entiendo nada.

--Pardon, madam. Español bien no hablo, pero su idioma yo entiendo. Soy el pastor usted ha pedido.

-- ¡Pero yo pedí un perro pastor alemán! ¡Lo leí en un anuncio!

-- Pardon, madam. Anuncio no decía "perro", sino pastor.

-- ¡Esto es un lío y la culpa no es mía!

-- No sé si culpa de quién. Mis papeles en regla. Título profesional de Escuela de Pastor y Cuidador de Animales.

Doña Guadalupe supuso razonablemente que la anulación del contrato le traería perjuicios económicos. Por tanto, decidió que Fritz- así se llamaba el hombre- trabajase una temporada en su hacienda, aunque fuese de prueba.

Pues la prueba funcionó. Fritz cuidó ovejas, vacas y hasta los dos caballos de la señora. Además, se ocupó del césped del jardín y del pequeño huerto de frutales.

Doña Lupe estaba encantada, pese a que el sueldo de Fritz era considerable. La ventaja estribaba en que desempeñaba el trabajo de dos personas, o tres, y no era hombre de vicios. Solamente tenía inclinación por ingentes cantidades de cerveza. Eso sí, nunca ella lo vio borracho.

Fritz amplió su campo laboral efectuando reparaciones en la casa de la dueña.

Las frecuentes visitas al caserón tuvieron una consecuencia. La viuda de Reboño lo ascendió a la categoría de amante. Así, dispuso sus noches en brazos del robusto pastor, quien no era torpe en las artes amatorias.

Ella puso una condición. Nadie debía conocer que compartían cama. Fritz seguía siendo sólo su empleado. Nada de introducirlo en su vida social; sus distinguidas amistades no debían tener conocimiento de la relación.

Eso, al menos, creía doña Guadalupe. Mas un día una de sus amigas la telefoneó, y le preguntó: "Lupe, dime, por favor, ¿dónde he de llamar para conseguir un pastor como el tuyo?"