CUENTOS POR CALLEJAS

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jueves, 29 de septiembre de 2011

EL OPIO DEL PUEBLO







Eso decía Lenin refiriéndose a la religión. Hoy día en mi querida España el fervor religioso ha descendido, sobre todo en la juventud, lo cual no quiere decir que desaparezca, sino que su disminución está compensada por otra religiosidad, de características paganas. Me refiero al fútbol.


Que yo compare el fútbol con una "religión" no me parece descaminado. Observen esas muchedumbres que devotamente se dirigen a los estadios (sus templos) y cómo ponen sus esperanzas en sus dioses (los jugadores), los cuales, con un ritual repetido siempre, provocan la alegría de miles de corazones; o bien son castigados con la derrota como una lacerante penitencia.



Tienen los clubes un clero, y hay una poderosa jerarquía de ámbito universal. ¡Hasta tienen sus propios mártires! Sí, esas peleas dentro y fuera de los campos, a veces con resultado de muerte (recordemos los doscientos fallecidos y numerosos heridos causados por los hinchas ingleses en el estadio de Heysel en 1985). No se suspendió el partido aquella tarde nefasta. Los dioses fueron, así, honrados.


En 2011 España fue coronada con los laureles de la gloria. Había ganado el Campeonato Mundial. La crisis económica que azotaba al país pareció esfumarse. La alegría inundaba las calles; la muchedumbre gritaba enardecida; las banderas de la patria adornaban ventanas y balcones; y mucha gente con bolsillos y estómagos semivacíos encontraron consuelo en esos momentos de orgullo nacional. ¡Qué alivio para nuestros políticos!


-- Oiga, ¿no sería bueno que se reeducase a la gente en otros valores?


-- ¡No, no, no! Si les quitas el fútbol, sería la hecatombe. Desde hace mucho tiempo se sabe de la influencia del balompié en el magma social.


Me acuerdo de la frase del Ministro Solís durante la Dictadura de Franco: "¡Más fútbol y menos latines!"
Sabía muy bien lo que decía. Muchos alborotos políticos se evitaron por causa del fútbol. Las masas eran y son amansadas por esta nueva religión.


No precipitemos las cosas. Estoy seguro de que volverán a a relucir los viejos valores, porque la humanidad siempre ha resucitado de sus momentos de decadencia.


Y ahora, permítanme que termine mi artículo. Unos amigos me esperan para jugar un partido de fútbol en el polideportivo que el Ayuntamiento tiene en mi barrio.



Saludos.